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MC: La trastienda de Chicago-noticiasnavarra

El musical que se representa en Baluarte


La trastienda de "Chicago"

El público sólo ve lo bonito y lo aparentemente fácil de un trabajo que involucra al doble de personas que suben a escena para dar vida a la magia del musical que estos días recala en Baluarte.

Paula Echeverría

- Viernes, 24 de Septiembre de 2010 - Actualizado a las 04:14h.



La actriz y bailarina Vanessa Bravo y Carlos Lozano, en la puerta del camerino de éste, antes de salir a escena. (PAULA ECHEVERRÍA)
CUANDO el público se acomoda en su butaca y se hace la magia, se olvida de las preocupaciones del día a día y simplemente disfruta dejándose llevar por la música, el baile, las luces, la interpretación. No piensa más que en lo bonito, lo maravilloso y lo aparentemente fácil de lo que tiene enfrente, iluminado por los focos, sin ver lo que hay detrás. Un trabajo duro y a contrarreloj que implica a unas 60 personas, el doble de las que suben a escena.
La función de un musical de las dimensiones de Chicago no arranca cuando se apagan las luces de sala y se encienden los focos. Comienza mucho antes. O mejor dicho, no para. Porque en cuanto termina el espectáculo en una ciudad, ya se está desmontando el tinglado y guardando la vestimenta, el maquillaje, las luces y la microfonía en los cuatro trailers -dos de escenografía, uno de luces y otro de sonido, utilería y vestuario- con los que esta producción aterrizó en Pamplona el pasado día 16. Apenas pasan tres o cuatro días desde que se empieza a desmontar en una ciudad hasta que ya está todo de nuevo levantado en otra. Curiosidades técnicas como ésta se desvelaron ayer por la tarde en la jornada de puertas abiertas que celebró el musical en Baluarte, y de la que pudieron disfrutar unas 200 personas. El jefe técnico de Chicago, Alberto Pérez, trasladó al público las cifras de las tripas del musical, que cuenta con un equipo técnico de veinticinco personas, más veinte de carga y descarga, que emplea para sus funciones 22 micrófonos inalámbricos, gasta 2.400 pilas cada dos meses, y que lleva consigo numerosos cables, "tantos que si se juntan todos extendidos, suman la distancia que hay de Pamplona a Logroño: 86 kilómetros", comentó. Además, para uno de los números del musical se utilizan en cada función cinco kilos de confeti.
La vestimenta de los bailarines y actores-cantantes, aunque es minimalista, como la puesta en escena, exige que haya dos pares de los mismos zapatos para cada intérprete y también el doble de cada pieza de ropa que caracteriza a sus personajes. De que los protagonistas siempre estén impecables se encargan un peluquero y una maquilladora que viajan con ellos a cada ciudad en la que actúan. Pamplona es la tercera de esta gira, que comenzó el 12 de agosto y recorrerá durante un año más de 35 ciudades del Estado. Para la actriz y bailarina Vanessa Bravo, quien interpreta en la obra a Velma Kelly, maquillarse y desmaquillarse tan de continuo "es pesado, pero ésta es nuestra vida y la disfrutamos". Cuenta que en maquillarse para cada función emplea unos 20 minutos ("las uñas siempre de rojo porque simboliza la sangre", apunta), pero que no es sólo eso lo que hace antes de salir a escena. "Siempre llegamos a camerinos 1 hora y 45 minutos antes del espectáculo para calentar el cuerpo y la voz, es muy importante", dice. Durante las dos semanas que permanece en Baluarte -hasta el domingo incluido-, el equipo del musical ocupa en la trastienda de Baluarte nada menos que 16 camerinos, uno para cada actor (son 6) y el resto para gerencia, jefatura técnica, regiduría, maquillaje, orquesta (13 músicos), sastrería, cuerpo de baile y otras necesidades técnicas.
La parte trasera del escenario de Chicago, lo que el público nunca llega a ver, alberga un ascensor y varias escaleras por las que los personajes suben en determinados momentos del espectáculo a escena, además de unos grandes abanicos de un impoluto color blanco hechos a base de plumas de avestruces criadas en granjas que se guardan colgados en perchas -"no pueden estar en el suelo por si se manchan, porque las plumas son muy caras", dice Vanessa Bravo-; y en un lateral del escenario descansan 4 ó 5 de las 24 sillas negras de que se compone la escenografía.
A quienes tampoco el espectador llega a ver -como mucho sí intuir- es a los utileros/maquinistas encargados de ir cambiando de un lado a otro elementos de la escenografía en plena función. "Van vestidos de negro, con guantes de ese mismo color y así pueden colocar sombreros, mover sillas, cajas o lo que haga falta sin ser vistos por el público", explica Moira Chapman, directora artística de Chicago. Y destaca la labor de los dos swings o suplentes del cuerpo de baile (un bailarín y una bailarina): "Son la columna vertebral del baile, extremadamente importantes; se saben todos los pasos y si llega a pasar algo y se les necesita, están preparados para salir a escena". De esta forma el espectáculo siempre está garantizado.

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